Te informamos sobre las últimas alternativas para el manejo sostenible de la fertilización de suelos y nutrición vegetal, estudiadas por la Comunidad de prácticas de suelos (CdP-Suelos) para América Latina y el Caribe.
Desde finales del año 2021, y en lo que va del año 2022, el mundo enfrenta una escasez de fertilizantes, impulsada por un alza de los precios de aproximadamente un 78% en este periodo. Los precios de los fertilizantes fósforo y potasio pasaron de 450 a 1 200 dólares por tonelada, mientras que la urea pasó de 500 a más de 1 000 dólares (Bourne, 2022). Adicionalmente, los fertilizantes han dejado de estar disponibles en el mercado, debido a que numerosas plantas de producción que enfrentaban márgenes negativos detuvieron la producción por el aumento en el precio de la energía, entre otras razones (Agronews Castilla y León, 2022).
En consecuencia, se espera que la reducción de las aplicaciones de fertilizantes disminuya el rendimiento y la calidad de la producción de alimentos (Agronews Castilla y León, 2022).
Así, resultan relevantes todas las prácticas que promuevan un aumento de la materia orgánica y mayor biodiversidad del suelo mejorarán su fertilidad y capacidad de suministrar nutrientes a las plantas.
Este documento resume brevemente las alternativas recopiladas hasta la fecha por la Comunidad de prácticas de suelos (CdP-Suelos) para América Latina y el Caribe (ALC)1, y se incluyen otras alternativas adicionales implementadas en la región, identificadas por el proyecto Apoyo a la cooperación regional para la gestión climática de los cosistemas agrícolas con énfasis en agua y suelo, TCP/RLA/3805 (ASLAC, 2020), y el seminario virtual Biofertilizantes y otras tecnologías disponibles para enfrentar la crisis de los fertilizantes en América Latina y el Caribe (FAO, 2022).
Algunas alternativas
1. Identificación de deficiencias nutricionales.
Es fácil confundir deficiencias nutricionales con enfermedades y otros desordenes fisiológicos causados por clima extremo, por lo que los agricultores aplican más fertilizantes de lo requerido, incrementando los costos sin resolver el problema. Por ello, se deben generar capacidades en productores y extensionistas para:
- Reconocer deficiencias nutricionales en terreno usando fichas o guías que incluyan fotos, diagramas, gráficas y ubicación de la deficiencia tomando en cuenta la movilidad de los nutrientes.
- Diferenciar síntomas de deficiencias nutricionales y enfermedades que se manifiestan de forma similares, utilizando guías para aumentar precisión en identificación.
- Realizar diagnósticos rápidos de campo, en espera de confirmación de los análisis de laboratorio del tejido de las plantas(Medina, 2022).
2. Muestreo, análisis de suelo y fertilización balanceada a nivel de finca.
Se pueden hacer análisis para conocer las propiedades físicas como textura y estructura (contacto entre raíces y suelo), química (nivel de nutrientes
y pH) y biológica del suelo (fijación de nitrógeno, amonificación y nitrificación), y en función de los resultados promover un manejo y aplicación de fertilizantes (orgánicos o minerales) de manera balanceada y eficiente (programas de fertilización).
Un principio básico, en caso de no disponer de análisis de suelos, es suponer que el suelo no cuenta con reservas de nutrientes, por lo que debe aplicarse las recomendaciones de fertilización disponibles en los países para los diferentes cultivos. Esto, además, es una estrategia que ayuda a mantener un nivel mínimo de nutrientes en suelo evitando minar y empobrecer suelos en el mediano y largo plazo. Los resultados de los análisis de suelo y las recomendaciones para cada cultivo son información clave, entre otras variables, para la definición de los programas de fertilización (Medina, 2022)
3. Programas de fertilización a nivel de finca
Deben basarse en los resultados del análisis de suelo, el rendimiento esperado (acorde a la variedad, manejo y nivel de tecnificación), fertilizantes disponibles (N, P K, Ca y Mg), frecuencia de aplicación, área, tipo de cultivo y precios de los fertilizantes. Además, es importante conocer la textura y estructura del suelo, y las interrelaciones con las prácticas de campo, como la aplicación de agua de riego y materia orgánica (Medina, 2022), ya que ambos están interrelacionados con la disponibilidad y absorción de nutrientes.
4. Uso de microorganismos eficientes (ME) promotores de crecimiento
Los microorganismos benéficos o eficientes del suelo son un elemento esencial de los ciclos de nutrientes, ya que mejoran las condiciones del suelo, suprimen la putrefacción (incluyendo enfermedades) y los microbios y mejoran la eficacia del uso de la materia orgánica por las plantas (EMPROTEC, s.f.). Además, reducen la emisión de gases de efecto invernadero (1 kg de N equivale a 10,7 kg CO2 e) (Hungria da Cunha, 2022). Las micorrizas arbusculares y rizobacterias —simbióticas y no simbióticas— (Cáceres, s.f.) son capaces de incrementar la solubilidad del fósforo y la fijación de nitrógeno en el suelo.
5. Uso de abonos y enmiendas orgánicas
La materia orgánica (MO) en el suelo ayuda a almacenar nutrientes, mejorar la estructura del suelo, mejorar la capacidad de intercambio (conductibilidad eléctrica), aumentar la infiltración del agua y prevenir la compactación. Además, amortigua los cambios rápidos en alcalinidad, acidez y salinidad del suelo (Ramírez, 2017).
Las enmiendas orgánicas empleadas en agricultura corresponden a fuentes de materia orgánica de origen animal y vegetal, dentro de las cuales se encuentran los estiércoles en estado fresco y semi-compostado, estabilizados, estiércoles fosilizados, compost, humus lombricultur (Agrosavia, s.f.), abonos verdes, residuos de cultivos, residuos de madera de la industria forestal (aserrín, viruta, corteza), lodos de agroindustrias o de ciudades, aguas residuales o combinaciones de algunas de estas fuentes.
6. Cultivos asociados, intercalados, rotación de cultivos
Los sistemas integrados de cultivos, incluyendo leguminosas que son capaces de fijar nitrógeno atmosférico, permiten disminuir los requerimientos de fertilizantes nitrogenados, promueven la cobertura, aumentan la biodiversidad del suelo y diversifican las unidades de producción.
Las leguminosas como la soya y el frijol pueden fijar al año entre 45 y 450 kg/ha de nitrógeno (Wani y Lee, 1992), dejando una buena cantidad en el suelo para su uso por otros cultivos; además, reducen las pérdidas por lixiviación y la contaminación de fuentes de agua por este nutriente. Dependiendo de la especie, del tipo de inoculante de la planta y condiciones agroclimáticas, se puede lograr una fijación anual de entre 72-350 kg N/ha. Por otro lado, la rotación de cultivo favorece la ruptura del ciclo de las plagas, lo que reduce el uso de pesticidas (Calles, 2022).