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El suelo, a pesar de ser una delgada capa que cubre nuestro planeta, tiene un potencial transformador. Solo dos metros de suelo marcan la diferencia entre la vida y la falta de ella en nuestro ecosistema.

Por: Ana Patricia Luengas, Directora Técnica de Biopunto

Ana Patricia Luengas

Directora Técnica de Biopunto

Ante el desafío global del cambio climático, quiero destacar el papel fundamental que el suelo desempeña en nuestra lucha por un planeta más sostenible. Como directora técnica de Biopunto, empresa chilena compuesta por un grupo profesional multidisciplinario dedicado a la transferencia de biotecnologías para mejorar la producción agrícola, ganadera y el saneamiento ambiental, entiendo la importancia de abordar este tema de manera integral.

El suelo, a pesar de ser una delgada capa que cubre nuestro planeta, tiene un potencial transformador. Solo dos metros de suelo marcan la diferencia entre la vida y la falta de ella en nuestro ecosistema. Además, el suelo puede ser una herramienta poderosa en la mitigación del cambio climático, siempre y cuando reconozcamos su relevancia y tomemos medidas audaces para protegerlo.

Para comprender la magnitud del problema climático, observemos algunos datos preocupantes. Durante los últimos 150 años, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado en un 40% debido a las acciones humanas, como la quema de combustibles fósiles y la deforestación. Sin embargo, solo la mitad de este carbono liberado permanece en la atmósfera, ya que el suelo y los océanos absorben la otra mitad, un proceso conocido como secuestro de carbono.

El suelo es un componente esencial en este proceso de secuestro de carbono, ya que almacena aproximadamente 3 billones de toneladas métricas de carbono, una cantidad impresionante que supera con creces lo que actualmente se libera en la atmósfera. Pero el suelo no es solo un almacén pasivo de carbono; funciona como una cuenta bancaria, donde la cantidad de carbono presente es el resultado de un equilibrio entre la entrada y salida de carbono.

Las plantas, mediante la fotosíntesis, toman dióxido de carbono de la atmósfera para crear su biomasa. Cuando mueren, su carbono se incorpora al suelo. Sin embargo, la degradación del suelo y la liberación de carbono debido a actividades humanas, como la agricultura intensiva y la erosión, amenazan este equilibrio.

los suelos degradados tienen un menor potencial para la producción de cultivos y forraje, lo que compromete nuestra capacidad de alimentar a la población mundial en crecimiento.

Ana Patricia LuengasDiretora Técnica en Biopunto

La degradación del suelo es alarmante. A nivel mundial, los suelos experimentan tasas sin precedentes de degradación debido a acciones humanas, como la deforestación, la agricultura intensiva y el pastoreo excesivo. Actualmente, se estima que la mitad de los suelos del mundo están degradados.

Este fenómeno es preocupante por varias razones. En primer lugar, los suelos degradados tienen un menor potencial para la producción de cultivos y forraje, lo que compromete nuestra capacidad de alimentar a la población mundial en crecimiento. Además, la degradación del suelo, en los últimos 200 años, ha liberado doce veces más carbono en la atmósfera de lo que emitimos actualmente. Esto agrava aún más el cambio climático.

La buena noticia es que tenemos una solución a mano: la gestión de la tierra de manera climáticamente inteligente. Esta estrategia implica maximizar el almacenamiento de carbono en el suelo mediante la reintroducción de plantas perennes, la reforestación, la reducción de la labranza y otros disturbios en la agricultura, la optimización del uso de productos químicos y el pastoreo sostenible.

Un esfuerzo global conocido como «4 por 1000» busca aumentar la cantidad de carbono en el suelo en un 0.4% anual mediante estas prácticas. Si logramos este objetivo, podríamos compensar un tercio de las emisiones globales de carbono derivadas de los combustibles fósiles.

Todos tenemos un papel en este proceso. Debemos tratar el suelo con el respeto que merece, reconociendo su papel esencial como base de la vida, banco de carbono y regulador climático. Si lo hacemos, podremos abordar de manera efectiva dos de los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo: el cambio climático y la degradación del suelo, al tiempo que garantizamos la seguridad alimentaria para una población en crecimiento.